lunes, 16 de enero de 2012

Héctor y Raquel 6. Raquel estresada



6. Raquel estresada

Entré en Ooona, pregunté por Toni, el encargado de la tienda con el que habíamos coincidido en las clases de Yoga y en el gimnasio, un chico majísimo, y muy guapo. En cuanto me vio se le iluminó la cara, me dio dos besos y estuvimos un ratito charlando, me pregunto por Jose Ignacio y por los niños, ¡todos bien! le contesté. Ya me tenia preparados los pantalones arreglados que había comprado la pasada semana, me dijo que había recibido la nueva colección de Gucci pero no tenia tiempo de nada, ya me pasaría otro día. Mientras recogía la bolsa le comenté lo feo que quedaba ver a un vagabundo sucio en la puerta de su magnífica tienda, me dio la razón.

Al salir, no pude hacer otra cosa que darle una moneda, aunque pensé que de ese modo estos vagos nunca buscarían trabajo…

Mi siguiente misión era la de buscar un buen Dupont para Jose Ignacio, justo a 2 manzanas de ahí estaba Delicias del Fumador, la tienda más importante de todo Madrid.
Dupont es una muy buena marca de encendedores, bueno es la MARCA según Jose Ignacio, si bien los clásicos eran los de plata y de oro, vi en una revista que ahora habían sacado al mercado una nueva gama con colores vistosos, y también tenía curiosidad por ver el maravilloso Ligne 2 “Champagne” de Oro macizo blanco con 468 diamantes, 42.315€ una autentica joya.

Llegué a Delicias y pregunté por los Dupont, por suerte tenían una muy buena representación de la marca, vi los encendedores de colores, HORRIBLES, la verdad es que no entiendo como alguien se puede comprar eso, solo costaban 100€ pero eran realmente horrorosos, no entiendo como la marca ha podido caer tan bajo y renunciar a su estilo. Vi el “Champagne” en una vitrina blindada bajo llave, no pedí que me lo enseñaran ya que no tenía ninguna intención de llevármelo.
Finalmente me llevé el Linea 2 de laque de Chine et Palladium, una preciosidad en negro que me costó 690€

Eran ya las 14h45 y tenia 30 minutos para llegar al restaurante Tochi Imagi donde había quedado para comer con Claudia y Martina, seguro que llegaría tarde, a esa hora el tráfico es infernal entre las compras prenavideñas y los padres que llevan a sus hijos al colegio, por suerte Nachete y Inés se quedan en el comedor.
El trayecto hasta el restaurante fue como previsto, infernal, todos me dicen que me transformo al volante y me vuelvo muy agresiva, y tienen razón…. Pero ese día fui especialmente malhablada con todo el mundo, especialmente con una empresa de mudanzas que taponaba la calle Viena.

Por suerte el restaurante disponía servicio de aparcacoches, todo un detalle para madres estresadas como yo. Finalmente llegué sólo 5 minutos tarde y ya me estaban esperando Claudia y Martina que imagino ya habrían aprovechado para “destriparme” un poquito, nos besamos y me senté.

Claudia tomaba Cola Light y Martina Cola Zero, yo estaba muy contenta con mis compras y me pedí una cerveza sin alcohol. Como yo no quería pensar, les propuse tomar el menú degustación de ese modo podríamos probar la cocina de Tochi ya que era la primera vez que íbamos. A Martina no le pareció mal, pero Claudia no quería, estaba haciendo dieta estricta prenavideña y no le parecía bien, en ese momento llegó el maitre, un chico joven muy afeminado y un tanto estirado, le explicamos nuestro problema y nos dijo que NO era posible escoger a la carta y menú degustación. Si queríamos tomar el menú degustación debía ser para la mea completa. Uf, primer contratiempo, pasaron unos segundos un tanto tensos, y tanto Martina como yo intentamos convencer a Claudia, al final cedió diciendo que no se lo comería todo, menos mal… y que gilipollas estos nuevos cocineros, ¿Quiénes se piensan que son…?

Por suerte tenían San Pellegrino, esa magnífica agua con muy poco gas que tan bien me sienta, no tomamos vino.

Claudia hablaba y hablaba de su futuro viaje a los Alpes, donde pensaba ir el día 28 a pasar fin de año, a una magnifica estación de esquí donde había uno de los mejores Spa del mundo y blablablá, y Martina no para de explicarnos las operaciones de estética que le gustaría hacerse y que las demás mujeres que veíamos en el restaurante tenían, yo me moría de ganas de enseñarles el Dupont que le había comprado a Jose Ignacio pero no me dejaron meter baza.

Empezaron a desfilar los platos: Tiradito de atún rojo, Cebiche de Ostra Gallega, Tempura de verduras y gambas, Sushi y sahimi fusión, y Sukiyaki de ternera de Kobe.
Hay que decir que todos ellos estaban deliciosos, Claudia casi no probó bocado, y nos estuvo dando la paliza con sus estúpidas vacaciones en Suiza, era insoportable, entre tanto Martina a lo suyo: nuevas técnicas de lifting, las mejores cremas, lo fea que era la monísima camarera, ay!, qué mala es la envidia.
Claudia preguntó la hora, eran ya las 16h45 y las tres al unísono nos dimos cuenta de que no podríamos tomar el postre, a las 17h00 teníamos que estar en la puerta del colegio, y aun con el Sukiyaki en la mesa pedimos unos capuccinos y la cuenta en seguida.

El maitre estirado-afeminado vino a nuestra mesa, más nervioso de lo habitual diciéndonos que NO podíamos irnos del restaurante sin probar, el Mochi de fresa y el Sorbete de maracuyá. Por suerte la camarera monísima (para mi) y fea (según Martina) no le hizo caso y nos trajo los capuccinos y la cuenta. Fue visto y no visto, sacamos cada una nuestra tarjeta de crédito y el maitre estirado-afeminado nos cobró a cada uno 75€, me dio la sensación de que le molestó pasar 3 veces la tarjeta de crédito por el TPV, nos tomamos el capuccino, nos besamos y salimos por la puerta. Otra vez a la carrera.

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